¿Cuántos políticos católicos han presentado hoy su dimisión?

-Hijo, ¿cuántas veces? –susurró el padre Vázquez desde el otro lado de la rejilla.

-¡Ay padre! -contestó el penitente-. Así, al pronto, 27 votaciones parlamentarias, 114 ominosos silencios en cenas del partido, 457 ligaduras mentales en declaraciones periodísticas y ruedas de prensa, 21 omisiones en otras tantas comisiones de Subsecretarios, 3 periodos de vacaciones a la hora de elaborar el programa electoral, 364 votaciones forzadas en ...

-¡Hijo mío! ¡Esto es demasiado! ¡Eres un centrista redomado! Lo tuyo es un gravísimo pecado de silencio.

-Repare, padre, en que soy ministro.

-¡Ah claro! Pues verás, ahora lo tenemos más difícil para la absolución, porque el Papa ha publicado un documento para políticos católicos con instrucciones de uso bien precisas, y, a la luz de la nueva norma, lo tuyo ya no se arregla ni con doscientos rosarios.

-¡Padre...!

-Y luego está lo del propósito de la enmienda. Porque tú, hijo mío, después de esto, seguramente presentarás la dimisión ¿verdad?

-¿La dimisión dice usted, padre? ¿Qué dimita?

-Bueno claro, es una mera cuestión de coherencia. Pero mira, vamos a ponerlo más fácil, como penitencia, deberás hacer una declaración pública abjurando de tus errores pasados y prometiendo que, en adelante, vas a tener más coraje para defender tus planteamientos cristianos en materias como el aborto, la familia, la eutanasia, la educación, etc.

-Pero padre, entonces no será una dimisión, será un cese fulminante y oprobioso.

-Pues hijo, no sé que decirte. Por lo menos plantea en el Congreso una serie de iniciativas legales encaminadas a enmendar pasados errores. ¿Qué te parece?

-...

-Hijo, ¿Estás ahí? ¡Que raro, se ha marchado!

Es sabido que la Iglesia apenas tiene influencia en la sociedad moderna, pero, por si acaso, el Vademécum vaticano para políticos católicos (ojo, y también para periodistas católicos) ha sido convenientemente escondido por los medios informativos (por ejemplo, por El Mundo de Pedro J. Ramírez) o convenientemente manipulado (por ejemplo, por El País).

Y es que, cuando los políticos católicos, por ejemplo los que se confiesan tales y figuran en las listas del PP o del PSOE, lean el documento papal, al parecer redactado por Joseph Ratzinger, una de dos: propósito de la enmienda o dimisión... o ambas cosas a la vez. También cabe la opción de reinterpretar las órdenes del Papa, pero esta vez lo ha puesto tan difícil que, la verdad, hay que ser muy, pero que muy centro-reformista para conseguirlo.

El documento no tiene desperdicio. Dice el Papa, en pocas palabras, que los hombres públicos católicos no pueden admitir componendas y les pide dos “c”, más coraje y más coherencia, y les exige que eviten otras dos “c”: cobardía y clericalismo, porque “la Laicidad”, es “la autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica, pero nunca de la esfera moral”.

Así que, ya puestos, el Papa llama cobardes a los países católicos (España sin ir más lejos) que han permitido ensañamientos con los más débiles, como el aborto, la experimentación con embriones o la eutanasia, la fecundación artificial o las parejas de hecho.

Recuerda el Papa que el desprecio a los deficientes mentales fue el comienzo del horror del nazismo. Y, pasando de los votados a los votantes, recuerda que un católico no puede votar ni apoyar a movimientos políticos contrarios a la enseñanza moral.

A ver si nos entendemos. Que yo recuerde son ya cinco las advertencias que Juan Pablo II ha realizado en el presente invierno sobre el porvenir, todas ellas en la misma dirección: o hay un rearme moral y rezamos más o el futuro se plantea muy negro, porque vivimos “el final de una época, en la incertidumbre ante la nueva que emerge en el horizonte”.

Y todo ello por una idea asimismo muy “juanpaulina” (y muy chestertoniana, dicho sea de paso): una cosa es el pluralismo político, que el Papa polaco aplaude con fervor y otra el relativismo moral “como si todas las ideas tuviesen igual valor”. La razón es sencilla: si todas las ideas, concepciones y doctrinas tienen el igual valor, ninguna tiene ningún valor, o al menos no el valor suficiente como para dar la vida por ellas. Y entre esas ideas carentes de significado está la idea del respeto a la persona. O dicho de otra forma: Si no hay principios absolutos, ¿por qué hay que respetar a la persona?

En cualquier caso, el Papa dice que un católico no puede votar ni participar en un partido que defiende el aborto y otros atentados contra la vida, así como las referidas perversiones morales. Por el momento, no se sabe de ningún alto cargo del Gobierno Aznar, empezando por su presidente, que haya presentado la dimisión o prometido el cambio de orientación política. Podríamos decir: o abjuran del PP o abjuran de su fe. Pero mejor no decirlo. A lo mejor es que están reinterpretando al Papa.

Eulogio López
www.hispanidad.com

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