SOBRE LA INVESTIGACIÓN CON EMBRIONES:

Reflexiones de un católico ante la reforma de la Ley sobre técnicas de reproducción asistida.

CONTENIDO

1.- LA FECUNDACIÓN IN VITRO

2.- USO DE LAS CÉLULAS MADRE EN LA CLONACIÓN TERAPÉUTICA

3.- USO DE LAS CÉLULAS MADRE ADULTAS

4.- LA NUEVA LEY DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA Y LA LEY ANTERIOR

Recientemente ha superado el trámite parlamentario en el Senado la reforma a la Ley sobre técnicas de reproducción asistida. Anteriormente había sido aprobada por el Congreso y en breves fechas volverá al Congreso de los Diputados y será aprobada la nueva Ley que regulará las técnicas de fecundación in vitro y demás formas de reproducción asistida humana y, especialmente, regulará los destinos de las decenas de miles de embriones criopreservados (se habla de casi doscientos mil) obtenidos, desde principios de la década de los ochenta, en el desarrollo de los protocolos habituales de esas mismas técnicas de reproducción asistida en España.

Desde el anuncio del proyecto de Reforma por la Ministra de Sanidad, Ana Pastor, hemos vivido una situación sorprendente y chocante, a la vez que dolorosa; esto es, el escaso -nulo- interés que ha suscitado el tema del destino final de los "embriones sobrantes" para la mayor parte de la opinión pública española. Sólo en algunos foros virtuales de opinión, en los que Una Vida, una Esperanza, ha intervenido intensamente, y en medios católicos concretos, se ha debatido extensa e intensamente sobre este tema. Hemos podido asistir al más absoluto de los silencios y a la más incomprensible de las indolencias por parte de los ciudadanos españoles que no se han inmutado en absoluto por la evolución de los acontecimientos alrededor del proyecto de Reforma de la Ley sobre reproducción asistida.

Verdaderamente España se halla anestesiada y amordazada, y camina a pasos agigantados hacia su descomposición moral. Son éstos, verdaderamente, tiempos duros, tiempos difíciles; los últimos tiempos, en palabras de nuestro recordado y añorado Padre José Mª Alba.
Una cortina de silencio mediático se ha tendido ante las cuestiones trascendentales que afectan al destino de la persona humana desde sus mismos comienzos y hemos asistido al triunfo, una vez más, de esa apostasía silenciosa -como la califica Monseñor Amigo- que caracteriza nuestra época. El triunfo de la ideología abortista contra la verdad de la dignidad del hombre. El triunfo, momentáneo y temporal, a Dios gracias, de los siervos del padre de la mentira sobre los discípulos de Cristo, Camino, Verdad y Vida.

Como muestra de esas mentiras de las ideologías proabortistas y proclonacionistas citemos las palabras del Dr. José Egozcue, catedrático de biología celular en la Universidad Autónoma de Barcelona, y decidido partidario de la investigación con embriones (así como del aborto) expresadas el pasado día 14 en El Periódico de Cataluña. A raíz de la creación de un virus sintético en laboratorio y ante las expectativas de su posible uso terapéutico dijo, y cito textualmente: "Pero poner en riesgo la vida o la salud de un ser humano o prometerle curaciones mágicas es una grave falta de ética" (1). Y sigue: "Y eso es lo que desgraciadamente se hace demasiado a menudo y demasiado alegremente" .
Son individuos como éste los que proponen, y exigen de los poderes públicos, la investigación con embriones como panacea para todos los males de la humanidad. ¿No es eso prometer curaciones mágicas? ¿No es, acaso, una grave falta de ética? Por ahora ninguno de ellos ha hablado seriamente del uso de embriones como fuente de la eterna juventud, pero con toda seguridad ya se han iniciado los estudios. Tiempo al tiempo.

Vamos a analizar a lo largo de los siguientes minutos algunos aspectos relacionados con el proyecto de Reforma:

- la técnica de Fecundación in vitro.
- el uso de células madre embrionarias para la clonación terapéutica.
- la posibilidad de utilización de células madre adultas con idéntica finalidad terapéutica.
- la malicia de la nueva Ley y la malicia de la anterior. Postura coherente de un católico ante estas leyes. Nota de la Conferencia Episcopal.

1.- LA FECUNDACIÓN IN VITRO

Desde 1978, fecha del nacimiento de Louise Brown, primer "bebe probeta" -como se llamó a los niños nacidos por la técnica de fecundación asistida in vitro-, pasando por 1984 en que nace en el Instituto Dexeus el primer bebé probeta español (¿o habremos de decir catalán?), hemos asistido a un constante goteo de noticias relacionadas con el comienzo de la vida humana de este modo antinatural. Así, la congelación de esperma y óvulos, o la congelación de embriones, o la selección de gametos para asegurar el sexo del concebido fuera del útero, o la selección de embriones para asegurar el nacimiento de los más aptos, han aparecido en la prensa y los noticiarios con cierta asiduidad en estos 25 años. Y la verdad es que nos hemos habituado a ello, ya no nos sorprende ni nos incomoda o intranquiliza.

Pero el exacto conocimiento de la técnica y sus consecuencias es verdaderamente escalofriante, desde el punto de vista de la moral católica y también desde el prisma de la mera ética humana.

La técnica de la fecundación in vitro es gravemente pecaminosa desde sus orígenes, pues la obtención de los espermatozoides masculinos se hace, en la totalidad de los centros que a ello se dedican, y que no tienen grandes problemas de conciencia, mediante la masturbación del hombre. Y ESO ES PECADO MORTAL. Y sorprende que al hacer una valoración de las leyes sobre reproducción asistida en España, la jerarquía de la Iglesia Católica en España obvie este dato fundamental. ¿Tal vez se considere poco prudente ante la perspectiva de una sociedad laica y democrática? Para un católico no es lo mismo una ley meramente injusta que una de la que se desprenda la realización de actos gravemente ofensivos a Dios.

En cuanto a los aspectos más técnicos del procedimiento hay que decir, sin ambages que la fecundación in vitro causa directamente la muerte de muchos embriones, e indirectamente la de muchos más, la mayoría de los cuales espera en estado de congelación la decisión que sus padres o el Estado tomen sobre ellos. El procedimiento de reducción embrionaria, que consiste en eliminar los embriones que han conseguido anidar en el útero, pero por razones evidentes no se desea que nazcan (los futuros padres quieren serlo a toda costa, pero no quieren tener familia numerosa de golpe), este proceso, digo, causa la muerte de un gran número de embriones en cada intento de FIV. Otros embriones mueren al no anidar convenientemente en el útero. Muchos otros pasan a engrosar las cifras de embriones sobrantes pues se generan muchos más embriones de los necesarios para asegurar la esperada implantación; los embriones producidos en exceso y no implantados son congelados en nitrógeno líquido a la espera de una decisión política que decida sobre su destino. ¿Cómo puede pues dudarse un solo momento acerca de la malicia intrínseca de la técnica de la FIV? ¿Por qué no se habla claramente y sin rodeos sobre la enorme cantidad de hermanos que mueren o se congelan para que nazca un solo y "deseado" hijo?

Hace una semana aparecía en los periódicos la noticia de que gracias a las "modernas técnicas de reproducción asistida" había sido posible el nacimiento de Roger, un afortunado niño que no sufrirá una enfermedad hereditaria que era muy probable que sufriera en caso de ser concebido de modo natural. La técnica empleada fue la selección de embriones y de un total de siete embriones obtenidos in vitro, se separó e implantó en el útero de su madre uno que no presentaba signos de ser portador de la enfermedad. Lo que no dice el periódico es que los otros seis hermanos fueron eliminados, asesinados por esa "selección". ¡Pero tampoco nadie se preguntó qué había sido de ellos! No fuera que amargáramos a los felices padres de Roger, "el niño deseado".

Ese deseo desaforado de paternidad que muestran tantos padres es una perversión del instinto paternal y una muestra fehaciente de adonde nos llevan los afectos desordenados. Como aparece en el punto 2378 del Catecismo de la Iglesia Católica, "el hijo no es un derecho, sino un don". Y así mismo, en los anteriores números 2376 y 2377, citando la instrucción apostólica Donum vitae (2), se condena la fecundación in vitro y otras técnicas de reproducción asistida calificando unas como "gravemente deshonestas" y otras como "moralmente reprobables". Queda claro -diáfano- lo que debe pensar un católico acerca de estas técnicas. Todo lo demás es desorientar a los fieles en materia tan grave y compleja. Cualquier comentario a la Reforma de la Ley sobre técnicas de reproducción asistida, hecho desde los púlpitos, los despachos de los palacios episcopales, o las salas de la Conferencia Episcopal debería zanjar la cuestión desde el principio, pronunciándose en el sentido que acabamos de expresar: la Sede de Pedro, a través de sus Congregaciones, ha declarado con toda claridad y de un modo directísimo, sin margen para las interpretaciones o las dudas, la malicia de las técnicas de reproducción asistida. Podrán comentarse, si se quiere, sus aspectos técnicos pormenorizados, desglosar en toda su amplitud el texto del articulado y analizar sus aspectos más técnicos, científicos y éticos o morales; pero siempre deberemos partir en nuestro análisis y concluir nuestro juicio con la idea de que las técnicas que juzgamos son "gravemente deshonestas" o, cuando menos, "moralmente reprobables".
Y, como católicos, echamos de menos esta claridad en nuestros pastores.

2.- USO DE LAS CÉLULAS MADRE EN LA CLONACIÓN TERAPÉUTICA

La finalidad de esta técnica es clonar, copiar las células madre, estaminales o troncales obtenidas a partir de los embriones sobrantes de las técnicas de FIV, que originarán distintos tejidos de interés terapéutico: nerviosas para la cura de enfermedades neurológicas (Parkinson, Alzheimer), sanguíneas para la curación de leucemias, pancreáticas para la curación de diabetes, epiteliales para la cura de quemaduras o cáncer de piel, etc.
Una vez obtenidas las células madre, éstas se hacen crecer o proliferar para obtener un gran número de células clónicas (idénticas) que posteriormente podrán ser inyectadas en la zona del cuerpo en dónde se quiere tratar la enfermedad en cuestión. Así, para remediar la enfermedad de Parkinson, una vez obtenidos los clones de células madre del tejido nervioso, éstas se inyectan en la zona enferma del cerebro de los pacientes con la esperanza de que sustituyan a las deficientes y realicen correctamente la función que ya no se da en éstas: la síntesis del neurotransmisor llamado dopamina. La realidad es que no se han obtenido resultados satisfactorios, hasta el momento, y estos fracasos son esgrimidos como argumento para continuar con los experimentos.

La preferencia de estas células embrionarias frente al empleo de otras células u otras técnicas que no sean destructivas para el embrión, es decir abortivas, radica en el propio hecho de la aceptación tácita del aborto como una realidad social inevitable, e incluso deseable. Radica en la pérdida total del respeto por la vida humana no útil, en el desprecio de Dios y de su creación: el hombre. También se explica por la idea utilitarista de "dar salida, dar la solución final" a la ingente cantidad de embriones sobrantes. Esta última explicación se basa en el hecho de la negación al embrión de sus derechos como persona: se le niega la personalidad jurídica, y ya no es sujeto de derechos. Dicho de otra manera, el embrión ha sido cosificado por las leyes humanas; y como cosa que es considerado podemos "usarlo en beneficio de la humanidad" sin que debamos preocuparnos por cuestiones morales que no vienen al caso.
No es de extrañar, pues, que sean tan coincidentes en el tiempo las corrientes abortistas, eutanásicas y clonadoras. Son distintos aspectos de un mismo tema. El hombre se ha querido hacer Dios y Dios, no sólo ya no es necesario, sino que ya no existe. Y, como decía Dostoyevski en Los hermanos Karamazof, "si Dios no existe, todo está permitido, y si todo está permitido, la vida ya no es posible".

Pero es que, además y hasta ahora, los resultados obtenidos con células madre embrionarias no responden a las expectativas suscitadas. Apenas hay publicaciones de las curaciones "milagrosas" que se nos prometían. Ya los precedentes de estas técnicas, como son el uso de tejidos fetales obtenidos a partir de fetos abortados vivos, como denuncia el Dr. Nathanson en su libro La mano de Dios (3), fueron un rotundo fracaso. Era muy frecuente que tras la introducción en el organismo del enfermo de las células fetales, éstas produjeran una reacción inmunológica de rechazo al tejido extraño que se había introducido en ese cuerpo, o que esas células embrionarias acabaran convirtiéndose en un tumor cancerígeno o en una malformación llamada teratoma.
Del mismo modo es más que probable que aparezcan reacciones de incompatibilidad al introducir en el cuerpo de los pacientes células o tejidos desarrollados a partir de las células madre embrionarias.
Pese a estos y otros más que posibles problemas del uso de células embrionarias en el tratamiento de enfermedades, continúa la pretensión de usar, con fines de investigación, las células provenientes de los embriones humanos congelados. Se ha llegado a afirmar, por parte del conocido investigador Bernat Soria, que pese a los avances en la investigación y los éxitos reales obtenidos con el uso de células madre adultas, no por ello debe dejarse la investigación con embriones. Como seguramente ustedes conocen, Bernat Soria se ha distinguido en la investigación de la diabetes y actualmente goza del beneplácito y apoyo material, y sobre todo económico, por parte de la Junta de Andalucía, para crear un centro de investigación sobre los usos terapéuticos de las células embrionarias humanas.
Aunque sea adelantándonos a las consideraciones sobre la Reforma que veremos más adelante, permítanme el siguiente comentario. Se ha asegurado que con la reforma de la Ley no se producirán tantos embriones y que se podrán usar, bajo ciertas restricciones, los embriones sobrantes fruto de las FIV anteriores a la reforma de la Ley para la investigación con fines terapéuticos. ¿Alguien espera que nos creamos que después de una inversión multimillonaria para la creación de centros de investigación con embriones, como el del Sr. Soria, van a dejar de generarse más embriones sobrantes que son, y perdonen la expresión, la materia prima con que se nutrirán estos centros? ¿Puede alguien creer que no se ejercerá presión sobre el gobierno, como sin duda ya se ha ejercido, para conseguir que legisle de un modo acorde con los intereses de estos grupos de gran potencial o poder económico?
Los pequeños cuerpos de esos niños -ya no los llamo embriones- son sacrificados en el altar del Euro.

3.- USO DE LAS CÉLULAS MADRE ADULTAS

Existe una alternativa al uso de células embrionarias. Una alternativa viable y contrastada, con resultados positivos, de remisiones o curaciones completas de ciertas enfermedades degenerativas. Se trata del uso de células madre adultas: aquellas células que se encuentran en los tejidos de una persona adulta y que todavía conservan cierta capacidad embrionaria: la de dividirse y originar otros tejidos diferentes a aquél del que han sido extraídas. Además de que no comporta la destrucción de embriones, el uso de células madre adultas es una técnica más sencilla, barata y con mejores resultados. Y no existe el riesgo de rechazo como sucede con las células embrionarias, pues se trata de células extraídas del mismo paciente que va a ser tratado con ellas.
En 1998 los doctores estadounidenses James Thompson de la Universidad de Wisconsin y John Gearhart de la Universidad John Hopkins de Baltimore(4) desarrollaron por primera vez técnicas para identificar, aislar y mantener durante largo tiempo cultivos de células madre o troncales que se encuentran en todos los tejidos del organismo humano como células indiferenciadas, y que son las progenitoras de las cerca de doscientas clases de células distintas (nerviosas, musculares, sanguíneas, epiteliales, óseas, etc.) que contiene nuestro organismo. El interés científico y el potencial terapéutico futuro que se adivina del uso de estas técnicas son incalculables. Y lo que es para nosotros más importante, no atentan contra la vida de los embriones humanos ni de ningún otro ser humano.
El pasado día 19 de marzo se reunieron en el Hospital La Paz de Madrid varios equipos de científicos y médicos que trabajan en esta línea de investigación para poner en común los resultados de sus trabajos. Los resultados hablan por sí mismos. El equipo del Hospital La Paz, coordinado por el Dr. Damián García Olmo ha curado por primera vez en el mundo, fístulas en dos pacientes con enfermedad de Crohn y los equipos de la Clínica Universitaria de Navarra y el Hospital Universitario de Valladolid han regenerado tejido cardíaco tras un infarto agudo de miocardio. Más recientemente (20 noviembre) los periódicos(5) informan de nuevos resultados positivos en la regeneración de tejido afectado de infarto de miocardio por un equipo conjunto de la Clínica Universitaria de Navarra y el Hospital Clínico de Salamanca. Las células madre se obtuvieron de los propios pacientes a partir de tejido adiposo subcutáneo (la grasa que tenemos debajo de la piel) en el equipo de Madrid, o de tejido muscular o de médula ósea en los equipos de Navarra, Valladolid y Salamanca. Las investigaciones continúan y auguran mejores resultados.

¿Por qué, pues, ese empeño en continuar la investigación sobre embriones?
Ya se han apuntado anteriormente los más que probables motivos económicos en la raíz de esta aberración humana y científica cual es la destrucción de seres humanos indefensos, en aras a una más que hipotética curación o mejora de la calidad de vida de otros seres humanos. Pero aunque fuera totalmente alcanzable esa curación, no sería lícito experimentar o usar, destruyéndolos, esos embriones humanos, aunque nadie los desee.
Dice Su Santidad Juan Pablo II en la Evangelium Vitae: "explotar los embriones humanos como material biológico, o para proporcionar órganos o tejidos en el tratamiento de ciertas enfermedades constituye un acto absolutamente inaceptable" (nº 63).
También en la misma encíclica leemos: "La decisión deliberada de privar de la vida a un ser humano inocente es siempre moralmente malvada y nunca puede ser lícita ni como un fin en sí misma ni como medio para un buen fin"

Palabras de S.S. Juan Pablo II en noviembre de 2001, poco después del anuncio de la supuesta clonación del primer embrión humano: "Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces". Se trata de un "ser que no puede ser considerado como un objeto o material de experimentación... las hipotéticas ventajas para la humanidad o para el progreso de la investigación no pueden de ningún modo constituir un criterio decisivo de bondad moral... el desarrollo con objetivos selectivos del diagnóstico prenatal, el diagnóstico de pre-implantación así como la utilización, la producción y la destrucción de embriones humanos con el simple objetivo de experimentación y obtención de células estaminales (madre o troncales), constituyen graves atentados contra el respeto absoluto de toda vida humana y contra la grandeza del ser humano, que no depende de su aspecto exterior o de los lazos que mantiene con otros miembros de la sociedad".

Evidentemente tampoco depende esa grandeza del ser humano de la que hablaba el Papa del hecho de ser un hijo deseado por los padres o, por el contrario haber quedado olvidado en el fondo de un contenedor de nitrógeno en un rincón de un arcón congelador en cualquiera de los cientos y cientos de clínicas que se dedican a las técnicas de reproducción asistida en el mundo. En ese fondo helado hay vida. Hay vidas humanas: completas, íntegras, individuales y personales, pues tienen alma.

¿Cómo es posible que sean tratadas peor que los ratones de laboratorio?

¿Por qué los médicos y biólogos Santiago Dexeus, Gloria Calderón, Pere Nolasc Barri, Anna Veiga, Josep Egozcue, Bernat Soria, etcétera, etcétera, etcétera, que trabajan en esos centros de investigación y en esas clínicas pueden manipular diariamente esos embriones sin ningún respeto ni consideración?

¿Qué hace diferente de los demás al que será transferido al útero de su madre, al "deseado", que es tratado con absoluta delicadeza y exquisito cuidado hasta ser depositado en el claustro materno, mientras que sus hermanos serán sometidos a tan inhumano trato?

4.- LA NUEVA LEY DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA Y LA LEY ANTERIOR

Vamos a hacer un breve análisis de los aspectos más relevantes de la nueva Ley, aún en estado de proyecto de reforma, y de la ley anterior, procurando analizar los aspectos más relevantes y más destacables para un católico, haciendo las oportunas reflexiones que dan título a esta mi intervención ante ustedes.

Se ha dicho que la Reforma de la Ley de 1988 es "una reforma para mejor, pero muy insuficiente" tal como se cita textualmente en la nota emitida por el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, con fecha 25 de julio de 2003, ¡el mismo día! que el anuncio por parte de la ministra de Sanidad, Ana Pastor, de la intención del Gobierno de modificar algunos artículos de la Ley de Reproducción Humana Asistida de 1988. Cuando menos debemos calificar de sorprendente la celeridad de la respuesta de nuestros obispos al proyecto del Gobierno.
Siguiendo la cuestión de la calificación de 'reforma para mejor, pero muy insuficiente' vamos a analizar un poco el sentido que para nosotros, católicos, tienen estas palabras, al estudiar el articulado de la Reforma:
Siguiendo las recomendaciones de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida y del Comité asesor de Ética, se introducen una serie de reformas en la Ley 35/1988 con el objeto de reducir al máximo el número de embriones sobrantes en las prácticas de Fecundación in vitro, así como reducir la elevada tasa de partos múltiples que existe todavía en España (en 1999 era del 32'9 %, una de las más altas de Europa(6) ). Se modifica el artículo 4 donde se establece que, como regla general, sólo se podrá transferir un máximo de tres embriones por ciclo, a la vez que se limita a ese mismo número el máximo de ovocitos que pueden ser fecundados en dicho ciclo. Con carácter excepcional, cuando existan dificultades que reduzcan la probabilidad de anidación y gestación, se podrá fecundar un número superior de ovocitos (¿cuántos?). El Ministerio acordará un protocolo que regulará estos supuestos.
Así mismo se modifica el artículo 11, con el objeto de ampliar el plazo máximo de crioconservación de semen e introducir nuevos requisitos para los casos excepcionales previstos en el artículo 4, en los que se produzca la crioconservación de embriones sobrantes. En estos casos los embriones se mantendrán crioconservados, previa firma de un compromiso por parte de los padres sobre sus embriones sobrantes, que se mantendrán congelados por un plazo máximo equivalente a la vida fértil de la mujer.
Aquí tenemos graves problemas. Si se pueden fecundar más de tres ovocitos ¡por ciclo! en casos excepcionales, ¿cuántos casos "excepcionales" se darán? ¿tantos como en la Ley de despenalización del aborto? Perdónenme la expresión, pero con ello han metido un gol a la Conferencia Episcopal. Mal vamos si en el primer balbuceo de una nueva ley ya se prevén las múltiples excepciones. Ya se supone que serán muchas.
Se habla en la nota de la Conferencia Episcopal de "evitar que vuelva a producirse una nueva acumulación de embriones congelados" como uno de los aciertos de la reforma. No podemos estar en absoluto de acuerdo con esta postura pues nos parece peligrosamente "diplomática". No creemos en las políticas de contención de un mal tenido por inevitable, creemos en la política de ERRADICACIÓN del mal, aunque parezca inalcanzable. ¡No hay que reducir el número de embriones congelados! ¡Hay que luchar para que no se produzca ni uno más! ¿Es esta una postura utópica, irreal, ilusa?
Cristo dijo: "Sed perfectos" "Quien no está conmigo, está contra Mí" "Buscad el Reino de Dios y su justicia". En estas sentencias no hay lugar para las medias tintas o las componendas. El mensaje de Cristo es radical, exigente, claro y sin dobleces. No puede calificarse a la Ley de 1988 de "gravemente injusta" ni a la reforma de 2003 de "insatisfactoria … y seguirá siendo injusta". Sería calificable de injusta si pudiera llegar a ser justa, pero, por los presupuestos inmorales que se dan en la FIV, nunca podrá ser una ley justa. Hay que decir claramente que es perversa, o en palabras de la Donum Vitae "gravemente deshonesta" o "moralmente reprobable".
Otro aspecto terrible de la reforma de la Ley de 1988 es que, en la práctica, y aunque se diga lo contrario, va a permitir la investigación con embriones humanos con fines terapéuticos. Por el contrario la "injusta" ley de 1988 no lo permitía en ningún caso. Veamos como es esto:
La modificación a la ley trata del destino de los embriones sobrantes crioconservados hasta la fecha de entrada en vigor de la reforma. El procedimiento que se seguirá con esos embriones contempla la solicitud del consentimiento informado de las parejas progenitoras, o de la mujer sola en su caso, que podrán ¡elegir! entre:
- mantener el embrión congelado hasta que sea transferido no superando un plazo máximo de cinco años.
- donar los embriones con fines reproductivos a otras parejas.
- permitir que el material biológico obtenido tras descongelar los embriones pueda ser utilizado con fines de investigación.
- proceder a su descongelación sin otros fines; es decir, dejarlos morir.

La tercera posibilidad es evidentemente la más escalofriante de las cuatro. Bajo el subterfugio de hablar de "material biológico" obtenido de los embriones tras su descongelación se esconde, aunque con no demasiada habilidad o sigilo, la posibilidad de libertad total para usar los embriones humanos en investigación. Usarlos para obtener a partir de ellos las líneas celulares, las células madre o estaminales, con fines terapéuticos.
Perdónenme la expresión, pero aquí el gol metido por el Gobierno a la Conferencia Episcopal ha sido de escándalo. ¿Cómo puede decirse en la nota en su punto 5º que "según nuestros datos, la Ley proyectada ni autoriza ni prohibe expresamente que los embriones congelados actualmente existentes sean empleados en tales investigaciones"? La Reforma de la Ley no puede hablar más claramente: "puedan ser utilizadas con fines de investigación, dentro (eso sí) de los límites previstos". Claro está que utilizan, como ya he dicho, el eufemismo de "material biológico procedente de los embriones tras su descongelación". Pero ¿qué material biológico va a ser, sino el propio embrión, o una parte sustancial de él, que, de tomarla se destruye la vida del embrión? Dice la nota que "no es lo mismo matar que dejar morir en paz", pero ¿con qué finalidad se descongela un embrión crioconservado si no es para obtener sus "materiales biológicos" y usarlos en investigación? Así pues lo que se pretende en definitiva es matarlo para usarlo. ¿Es eso "dejar morir en paz"? Pues si no, ¿por qué descongelarlo? No se entiende. Ese descongelar no es un simple 'dejar morir', es un 'dejar morir para'. Y eso en moral es matar.
Luego está la discusión de cuándo podemos decir que un embrión ha muerto. No acabaríamos de discutir nunca cuántas células deben morir para considerarlo muerto (aquí no hay electroencefalogramas planos). ¿Se trata de un embrión muerto con células vivas, o de un embrión vivo con células muertas? Porque debe haber células VIVAS para que puedan obtenerse de ellas las células madre o estaminales. Nada aprovechable para la investigación puede obtenerse de un embrión muerto. Por esto el punto 7º de la nota me provoca estupor, confusión, sonrojo, y sobre todo, dolor profundo. Dice así: "los embriones que han muerto, al ser descongelados en las circunstancias mencionadas (se refiere a que la descongelación no sea la causa directa de la muerte, ni vaya acompañada de otra acción causante de la muerte), esos embriones, digo, podrían ser considerados como 'donantes' de sus células, que entonces podrían ser empleadas para la investigación, en el marco de un estricto control, semejante al que se establece para la utilización de órganos y tejidos procedentes de personas fallecidas que los han donado con ese fin". Es como decir que a un enfermo que vive gracias a mecanismos de soporte vital, y que necesita de ellos para seguir vivo, lo podemos desconectar y, si se muere, usaremos sus órganos para transplantes, aun cuando sabemos con certeza que no podrá sobrevivir a la desconexión; igual que un embrión no podrá vivir una vez descongelado, si no está prevista su implantación en un útero receptivo. Y esto no estará previsto en la mayoría de las descongelaciones. ¿Es esto "dejar morir en paz", señores obispos?
Perdonen la acritud de mis expresiones, en las cuales no hay, Dios me libre, ninguna falta de respeto a los señores obispos del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española que redactó la nota que estamos comentando, pero si hay en ellas un profundo dolor y un sentimiento de abandono de los que deben ser nuestros pastores y maestros, que tiene el mandato divino de hablar con claridad en defensa de los derechos de Dios y de su Iglesia. Y en cambio uno se siente solo y desamparado ante el contenido de la nota.

O, lo que es peor, siente como si se hubieran conculcado los derechos de Dios por parte de los poderes públicos, y los que deberían defender esos derechos divinos, prolongados a través de sus indefensas criaturas, no hicieran nada, e incluso caminaran del brazo con los traidores.

Vía libre pues a la experimentación con embriones ya que, si no hubiera bastante con lo que hemos visto hasta ahora, el proyecto de reforma otorga al Centro Nacional de Transplantes y Medicina Regenerativa, que se crea con la Ley, el poder de decidir el destino de los embriones que no sean donados con fines reproductivos o transcurran más de cinco años desde su donación, o se desconozca quienes son sus padres. Dice el proyecto "en tal caso serán cedidos al Centro Nacional de Transplantes y Medicina Regenerativa".
Y después ¿qué?. Como vemos se trata de "una reforma para mejor".

¿Qué debemos hacer, pues? ¿Cómo debemos actuar en este campo como católicos?

Los miembros de la Comisión permanente de Una Vida, una Esperanza creemos sinceramente y fundadamente, que más que discutir la oportunidad o inoportunidad de la Ley y, sobre todo de la nota, lo que nos corresponde, como católicos que somos, es someternos al magisterio de la Santa Iglesia Católica. Por eso esperamos que Roma se pronuncie sobre la cuestión fundamental y sobre la que no queremos opinar, dada su gravedad, hasta que la Santa Sede declare su parecer. Una vez pronunciada la sentencia nos adheriremos firme y filialmente a ella. Esa cuestión fundamental es, evidentemente, el destino final de los millares y millares de embriones crioconservados.
Opiniones hay para todos los gustos, y todas tienen su parte de verosimilitud que nos permiten adherirnos a ellas. Bien sea donarlos a matrimonios que quieran adoptarlos, o incluso mujeres viudas o solteras que, generosamente quisieran "adoptar prenatalmente" esos niños. La Dra. Mónica López Barahona, decana de la facultad de Ciencias Biosanitarias de la Universidad Francisco de Vitoria y Vocal del Comité Asesor de Ética, en cuyo seno emitió el único voto en contra del informe favorable a la experimentación con los embriones sobrantes, a requerimiento del Gobierno, es partidaria de esta solución, como también lo es el Padre Alfredo Cioffi del Centro Nacional Católico de Bioética, en Boston. Esta solución no parece moralmente aceptable, al menos por ahora, y según el Magisterio de la Iglesia contenido en el Catecismo de la Iglesia Católica y en la instrucción Donum vitae(7)-(8). Otra posibilidad es dejar que siga el transcurso de la naturaleza y dejarlos descongelar y morir, pero sin "aprovecharnos" de sus células. Se ha dicho al respecto que debieran bautizarse tras descongelarles. Puede en alguno provocar hilaridad esta idea del bautismo pero, ¿acaso no pretendemos la instauración de la Ciudad Católica, de la Ciudad de Dios de San Agustín? Entonces ¿no debe ser un objetivo asegurar la salvación de esas decenas de miles de almas? Probablemente se les pueda conceder el beneficio del bautismo de sangre, como creo que podemos pensar con respecto a los niños que, a millones mueren víctimas del aborto, pues las ideologías abortistas son las mismas que han originado tantos y tantos niños que, en estado de embrión, permanecen congelados. La misma ideología satánica que surgió en el paraíso y antes, al principio de los tiempos: "Seréis como dioses" y "non serviam". Son, por tanto, ideologías que manifiestan odio a Dios. Y el que es muerto por odio a Dios y a la Fe Católica es llamado mártir
¿Qué papel en la historia de la Salvación que aún queda por ver tendrá Dios Padre asignado a una tal cantidad de Bienaventurados, que repueblan constantemente las mansiones del Cielo?

NOTAS
(1) Josep Egozcue. El Periódico de Catalunya. 14 noviembre 2003. pág. 48.
(2) Instrucción Apostólica Donum vitae. 22 febrero 1987. 2,1 2,4 2,5.
(3) NATHANSON, B. La mano de Dios. 4ª ed. Ediciones Palabra, S.A. Madrid. 1999.
(4) Citado por Javier Urcelay Alonso, Miembro del Grupo de Trabajo de Bioética del Comité Español de la UNESCO, en la revista      Ahora información, nº 60, noviembre - diciembre 2002.
(5) El Periódico de Catalunya. 20 noviembre 2003. pág. 35.
(6) ABC. 29 de julio de 2003. pág. 43.
(7) Catecismo de la Iglesia Católica. n. 2375 - 2377.
(8) Instrucción Donum vitae. 22 febrero 1987. Apartados II,A y II,B.

Antonio Sellas Dorca
Licenciado en Ciencias (Biología)
Una Vida, Una Esperanza.

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