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Palabras de la Madre Teresa de Calcuta a Bill Clinton

Señor Presidente de los Estados Unidos, Clinton:

Creo que el mayor enemigo de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra contra el niño, la muerte directa del niño inocente, asesinado por su propia madre. Y si aceptamos que una madre asesine a su propio hijo, ¿qué podemos decir de las personas que se matan entre sí? ¿Cómo podemos convencer a una mujer de que no aborte? Debemos persuadirla con amor, y recordar que amar significa entregarse completamente, Jesús entregó su vida por amor a nosotros. Así, una madre que está pensando en abortar debería ser ayudada a amar: es decir, a poner en lugar secundario sus proyectos y su tiempo libre, y a respetar la vida de su hijo. También el padre del niño, quienquiera que sea, debe mostrarse disponible.

Mediante el aborto, la madre no aprende a amar, sino que asesina a su propio hijo para resolver sus problemas. Mediante el aborto el padre dice que no quiere asumir ninguna responsabilidad respecto al hijo que ha engendrado. Es muy probable que el padre se halle en la misma situación difícil de la madre. Todo país que acepta el aborto es porque su gente no ha aprendido a amar, sino que recurre a la violencia para obtener lo que quiere. Por eso, el mayor destructor del amor y la paz es el aborto. Mucha gente se preocupa por los niños de la India y de África que mueren de hambre. Mucha gente se preocupa también por la violencia que penetra en los adolescentes de ese inmenso país que es Estados Unidos. Todas estas preocupaciones son justificadas. Pero con frecuencia esa misma gente no se conmueve por los millones de niños que son asesinados gracias a la decisión deliberada de sus propias madres. El mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, que causa en las personas una gran ceguera. Por ello lanzo un llamamiento: -No nos olvidemos de los niños-. El niño es un don de Dios a la familia. Cada niño ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para que realice grandes obras: en otras palabras para amar y ser amado. Durante este año, en que celebramos el -Año Internacional de la familia-, debemos poner nuevamente al niño en el centro de nuestros cuidados y nuestras preocupaciones. Es el único en que nuestro mundo pueda llegar a sobrevivir, dado que nuestros niños son la única esperanza para el futuro. Cuando los ancianos son llamados a la presencia de Dios, solo sus hijos pueden tomar su lugar.

Dios nos dice: "Aunque una madre pueda olvidarse de su hijo, yo no me olvidare de ti. Te he esculpido en la palma de mi mano." Nosotros estamos esculpidos en la palma de su mano. El niño que todavía no ha nacido ha sido esculpido en la mano de Dios desde su concepción y ha sido llamado por Dios a amar y ser amado, no solo ahora , en esta vida, sino para siempre en la eternidad. Dios no se olvida nunca de nosotros.

Le puedo narrar una experiencia muy hermosa. Estamos combatiendo el aborto con adopción, esto es, mediante el cuidado de la madre y la adopción de su hijo. Estamos salvando miles de vidas. Hemos enviado este mensaje a las clínicas, a los hospitales y a las comisarías de Policía: "Por favor, no maten al niño; nosotros nos ocuparemos de él." De esta forma tenemos siempre alguien que dice a la madre: -Ven, te cuidaremos, y conseguiremos una casa para tu hijo.- Por eso tenemos una gran demanda de parejas sin niños. Pero nunca doy un niño a una pareja que haya hecho algo para no tener un niño. Jesús dijo: "El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mi me recibe". Al adoptar un niño estas parejas reciben a Jesús; por el contrario, al abortar rechazan a Jesús. Por favor, ¡no matéis a los niños!. Yo los quiero. Por favor, dadme a sus niños. Con mucho gusto acepto todos los niños que morirían a causa del aborto. Los daré a matrimonios que los amarán y que, a su vez, serán amados por ellos. En nuestra "Casa del niño" en Calcuta hemos salvado ya del aborto a más de tres mil niños. Esos niños han llevado amor y alegría a sus padres adoptivos, y han crecido en un ambiente de amor y alegría.

Sé bien que el matrimonio ha de proyectar su vida familiar, y para esto se requiere el método natural de planificación familiar. Al destruir el poder de dar la vida con la anticoncepción, el marido y la esposa se dañan a si mismos. Esto hace que centren toda su atención en si mismos y que destruyan el don de la vida que hay en ellos. Al revés, cuando el marido y la esposa se aman verdaderamente, cada uno dirige toda su atención al otro, de modo reciproco, recurriendo al método natural de planificación familiar, y nunca a los métodos anticonceptivos. Una vez que el amor vivo se destruye con el uso de los métodos anticonceptivos, el aborto es algo que entra fácilmente en la mentalidad de la pareja.

Sé también que existen grandes problemas en el mundo, que muchos esposos no aceptan el método natural de planificación familiar. Desde luego, no podemos solucionar todos los problemas que existen en el mundo, pero no dejemos de luchar contra el peor de todos ellos; es decir, la destrucción del amor. Es lo que hacemos cuando hablamos con la gente que practica la anticoncepción y el aborto.

Los pobre son gente muy buena. Pueden enseñarnos muchas cosas hermosas. Una señora pobre vino una vez a agredecernos que le hubiéramos enseñado el método natural de planificación familiar, y me dijo: Vosotras, que practicáis la castidad, sois las más indicadas para enseñarnos el método natural de planificación familiar, pues no es más que el control de nosotros mismos fundado en el respeto reciproco. Lo que esa señora pobre nos dijo es una gran verdad. Los pobres pueden carecer de casa y comida, pero son gente muy buena, ya que su gran riqueza es espiritual.

Cuando recojo una persona de la calle que está hambrienta, le doy un plato de arroz y un trozo de pan. Pero se trata, sobre todo, de una persona a la que han echado de casa que se siente rechazada, que está asustada: en fin, una persona a la que la sociedad a marginado -esta pobreza espiritual es muy dura de soportar-. Y en aborto, que muchas veces es una forma de anticoncepción empobrece a la gente desde el punto de vista espiritual: es la peor pobreza y la mas difícil de superar.

Quienes son materialmente pobres pueden ser personas maravillosas. Una tarde salimos para recoger a cuatro personas que estaban en la calle. Una de ellas estaba en muy malas condiciones. Dije a las hermanas: Vosotras, atended a las otras tres, mientras yo me ocupo de la que me parece que esta en peor estado. Le di a aquella persona todo el amor que podía. La puse en una cama, y en su rostro se dibujo una hermosa sonrisa. Me tomo de la mano y me dijo una sola palabra: gracias. Y a los pocos segundos expiró.

Yo no podría haberle ayudado sin haber hecho antes un examen de conciencia ante él. Me pregunté a mi misma: ¿Qué habría dicho yo si hubiera estado en su lugar? Y mi respuesta fue muy simple: habría querido que alguien reparara en mi persona. Habría dicho: tengo hambre, estoy agonizando, tengo fría, estoy sufriendo, o algo por el estilo. Pero ella me dio mucho más: me dio su amor agradecido y expiro con una sonrisa en los labios. Hubo también un señor al que recogimos de las alcantarillas, medio comido por los gusanos. Después de haberlo llevado a casa, dijo: he vivido como un animal en la calle, pero voy a morir como un ángel, amado y atendido. Tras haberle quitado todos los gusanos de su cuerpo, dijo con una gran sonrisa: hermana, estoy me yendo a la casa de Dios, y entregó su alma. Nos maravillo ver la grandeza de ese hombre que podía hablar sin culpar a nadie, sin sentirse un objeto. Como un ángel: esta es la grandeza de las personas que son espiritualmente ricas, pero materialmente pobres.

Tuve mi mayor experiencia de amor precisamente con una familia hindú. Un señor muy amable vino a nuestra casa y nos dijo: Madre Teresa, hay una familia que no tiene que comer desde hace tiempo. Haga algo. Tomé un poco de arroz y me dirigí inmediatamente a su casa y vi a los niños -sus ojos brillaban de hambre.- No se si usted, señor presidente, ha visto alguna vez una persona hambrienta. Yo si, y con frecuencia. La madre de esos niños tomó el arroz que le había dado, y salió de su casa. Cuando volvió, le pregunté: ¿A dónde a ido?¿Qué a ha echo? Me respondió con sencillez: ellos también tenían hambre. Lo que me impresionó fue que ella sabía quienes eran sus vecinos. Se trataba de una familia musulmana. No les lleve más arroz esa tarde, puesto que quería que las dos familias -la hindú y la musulmana- disfrutaran de la alegría que supone compartir.

Pero esos niños con su alegría desbordante, compartían la felicidad y la paz de su madre, porque ella tenía un amor capaz de dar sin limites. Y allí precisamente comienza el amor, en el hogar familiar.

Como muestra, el ejemplo de esa familia, Dios no se olvida nunca de nosotros. Hay algo que tanto usted como yo podemos hacer siempre: podemos conservar la alegría del amor de Jesús en nuestro corazón, y compartirla con todas las personas que encontramos en nuestra vida. Tratemos de lograr que la madre ame a su hijo, lo cuide y lo proteja: que no lo asesine, ni lo sacrifique. Y demos nuestro amor de manera ilimitada, siempre con una sonrisa.
Si recordamos que Dios nos ama, y tenemos que amar a los demás como Él nos ama, los Estados Unidos pueden llegar a ser un ejemplo de paz para todo el mundo. Desde aquí hay que enviar al mundo un testimonio de nuestra preocupación por los más déviles de los déviles: es decir, por los niños que todavía no han nacido. Si usted logra que resplandezca la luz de la justicia y la paz del mundo, se hará realidad lo que los fundadores de su país declararon.


Copyright © 1995
Articulo extraido de la Revista Luz de Vida, Nro.2-Pág.8-9. junio/julio de 1995.

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